¿Y ahora… qué Frankenstein?

(Publicado en el Diario digital Yo me llamo Perú, en la sección May Neim Presenta el 25 de noviembre de 2014).
La producción de bienes y servicios culturales es más grande e importante de lo que la mayoría consideramos y genera una industria que convive con nosotros día a día. El cine y la música son productos culturales que todos consumimos de una u otra forma y en mayor medida que cualquier otro tipo de producto cultural, eso debido a que son espacios más comunes y sus medios de difusión son de llegada masiva. Con otras formas de expresión cultural no sucede lo mismo, o si sucede, aún no es al nivel de lo audiovisual.
Sin embargo, la nueva generación, que ha traído consigo computadoras portátiles que son a la vez teléfonos móviles, también está masificando el consumo de un tipo de produccióncultural: las tecnologías digitales; programas, aplicaciones, videojuegos. El usuario de smartphones está habituado a descargar información, actualizar su sistema operativo, pasar las largas horas que perdemos en el tráfico jugando algún videojuego o leyendo algún Ebook con la aplicación de su preferencia.
Y es que la tecnología modifica las sociedades. Lo hizo con las revoluciones industriales, luego de las cuales la forma de vida cambió drásticamente – antes, hijos vivían prácticamente lo mismo que padres y abuelos; luego, padres e hijos tenían vidas totalmente diferentes –, tanto así, que dio inicio a tendencias futuristas, proto-científicas y de rechazo a los duros estándares, en parte propiciados por la religión; dio inicio a la ciencia ficción con Frankenstein… Pero me voy del tema, el hecho es que las sociedades, la forma de ver el mundo y de pensar, cambian en la medida en que la tecnología avanza.
La producción, inclusive la cultural, se adapta e intenta generarse espacios en estos nuevos estándares que se generan; es una cuestión de mercado. Por eso cada día se consumen más Ebooks alrededor del mundo – no deja de ser una lástima que la empresa Amazon no tenga una verdadera presencia en nuestro país –. Las competencias de videojuegos a nivel planetario han ganado cada vez más importancia, al grado que la prensa nacional sigue atenta a los equipos de “gamers” que nos representan como peruanos; si me preguntan si los videojuegos son un deporte, yo diría que muchos lo son, y a su vez, unos pocos son verdaderas obras de arte, de la misma o mayor calidad que un gran libro o una gran película, una gran canción, una gran escultura y demás. También hay quienes se han hecho millonarios creando aplicaciones…
Ahora la cuestión es que nuestra producción cultural se ponga al nivel de la tecnología. Esos espacios que hasta ahora se les llama alternativos, son cada día más importantes y depende de quienes nos dedicamos a la educación y la cultura buscar la forma de aprovecharlos para así llegar a mayor cantidad de consumidores y con eso generar más espacios. Solo comprendiendo el mercado se podrán posicionar adecuadamente los productos culturales y masificarlos, en beneficio de toda la sociedad.
Así como Mary Shelley tuvo la visión de usar la ciencia para enfrentar todas esas tradiciones enquistadas en el tiempo, creando al monstruo de Frankenstein, nos toca a los peruanos valernos de la ciencia para romper los estándares culturales que mantenemos, focalizados y discriminadores en muchos aspectos. La tecnología es una herramienta, que si sabemos aprovechar, puede darnos a ese monstruo capaz de cambiar al mundo, que todos buscamos.

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