(Publicado en el Diario digital Yo me llamo Perú, sección May Neim, el domingo 26 de octubre de 2014).
Hace unos meses, un profesor a quien respeto mucho, terminó la exposición de una idea durante su clase con la siguiente pregunta: ¿Me entendieron? Todos lo miramos tranquilos, moviendo lentamente la cabeza de arriba abajo, afirmando; y claro que lo entendimos, teníamos el bagaje cultural suficiente como para hacerlo. Pero el profesor no estaba contento, se mostró reflexivo por unos segundos y se disculpó: Había hecho mal, nos había tomado por estúpidos. Y se explicó. La pregunta “¿Me entendieron?” presupone una relación totalmente vertical, de superioridad intelectual del uno sobre el otro. La pregunta correcta, para él, como educador, debió ser: ¿Me he dejado entender?
Y para ser franco, me abrió un nuevo panorama. Tenía razón. Si bien todos los bachilleres que llevábamos la clase manejábamos básicamente el tema, había dado en el clavo. Él dictaba un curso y lo importante era que los alumnos aprendan, y no había mejor forma de hacer eso que romper la barrera de verticalidad, de considerar que porque he leído más de aquel tema o tengo más experiencia soy más inteligente. Me hizo pensar que lo más importante al momento de educar y por lo mismo al difundir cultura, aún más que la diversidad de temas que se pueden tocar, es, ante todo, buscar llegar a las personas, hablar con claridad, hablar para ellos, y no para uno mismo, en un acto egocéntrico e infecundo.
Educar, difundir cultura es difícil, siempre lo ha sido y siempre lo será, porque es necesario llegar a las personas y para eso se necesita empatía, predisposición a la diversidad y capacidad de asimilación. Lo importante es entregarles a las personas las herramientas necesarias para su propio desarrollo. Intentar ponernos en sus zapatos y pensar sobre lo que piensan, qué sienten, qué necesitan para acercarse a la cultura y enriquecer sus vidas. Si lo hacen o no, dependerá de cada quien.
Y para lograrlo, la diversidad es importante, porque hay que partir de la idea de que cada individuo tiene distintas necesidades, distintas ambiciones y ansias de superación. Pero es la diversidad la que nos dará las herramientas, la que nos permitirá discernir entre lo que nos agrada y nos desagrada, entre lo que nos parece bueno y lo que nos aburre, lo que queremos aprender y lo que no nos interesa aprender.
¿Cómo diversificar para educar? Personalmente creo que solo hay una manera, y es la de posicionar los productos culturales en el mercado, es decir, fortalecer las industrias culturales; la industria de la literatura, del cine, del teatro, de la música, la danza, la pintura… de las diversas artes; porque son las únicas capaces de llegar a todos los rincones, hablar en todos los idiomas, para la mayor cantidad de gente posible. Para mí, esa es la forma de democratizar el espacio cultural: dejar de discriminar al otro por sus gustos o preferencias y comprenderlo como un ser complejo y con mucho potencial que desarrollar, ávido de las herramientas que pueda y quiera usar. Y es por eso que es fundamental fomentar la producción y las industrias culturales, pues solo ellas son capaces de diversificar y masificar las distintas herramientas.
¿Me he dejado entender?