(Publicado en el Diario digital Yo me llamo Perú, sección May Neim, el domingo 02 de noviembre de 2014).
Muchas veces, al ir a colegios para conversar con los alumnos, suelto la pregunta: ¿Quién lee por placer? De los treinta o cuarenta muchachos presentes, solo tres o cuatro levantan la mano. Para muchos, este puede ser un panorama desolador y preocupante, una muestra del poco desarrollo en nuestro país en materia de educación y fomento a la lectura, y puede que estén en lo cierto; pero las cosas nunca son tan negativas como parecen, y basta comprender que los muchachos lo único que necesitan es un poco de motivación para empezar a desarrollar el hábito por la lectura.
¿Cómo motivar? ¿Qué hacer para que un chico que solo agarra libros por órdenes expresas del profesor, y que incluso recurre a páginas web para no tener que leerlos, se decida a tomar un libro y sumergirse en su universo de palabras por simple placer? Esta pregunta es importante porque la literatura tiene la cualidad de enseñar mientras divierte: solo leyendo por placer las personas mejoran su comprensión lectora y su redacción, además de aprender a comunicarse con los demás y con uno mismo… Se piensa con construcciones sintácticas…
Personalmente, creo que la respuesta es más simple de lo que podría parecer y se fundamenta en la diversidad y la democracia. Cuando estoy frente a los alumnos, me gusta hablar de mi propia experiencia, pues creo que se parece a la de muchos. Antes de salir del colegio, mi relación con los libros siempre fue complicada, había una barrera invisible que me hacía rechazarlos, y todo se debía a que hasta ese entonces no encontraba un libro que me mostrara que en verdad había literatura para todos; durante el colegio nunca me identifiqué con ella, me parecía complicada y aburrida. No había nada de fantasía de aventuras ni de ciencia ficción, nada de terror ni de monstruos… Influencias más cercanas para mí, gracias a los videojuegos, las caricaturas, el cine, el cable y los azarosos principios del Internet en el Perú.
Recién entre mis diecisiete y dieciocho años, descubrí un libro que abrió mis horizontes y me hizo notar que la literatura es mucho más de lo que había pensado hasta entonces; realmente había literatura para mí. El libro de ciencia ficción “Crónicas marcianas”, de Bradbury, me dio lo que no me había dado ninguno de los autores clásicos: me divirtió y eso despertó mi interés y me motivó a buscar más. Así llegue a Orwell y sus dos libros más conocidos, luego a Philip K. Dick, Asimov, y después, en un acto natural, empecé a revisar a autores alejados de la ciencia ficción, incluso a los “clásicos”.
La literatura, el arte en general, es diversión; todo ese conjunto de emociones y sensaciones reflejadas en un texto, una pintura, una canción, entre otros, generan en el público diversión; sí, es cierto, pueden generar más cosas, pero si no divierte no atrapa, no motiva a seguir leyendo, viendo, escuchando o lo que fuera. Y el proceso que se sigue con cualquier tipo de arte es parecido, sin embargo, la música, al ser un espacio más común facilita el ejemplo.
Música escuchamos en todos lados, en la radio, en la tele, en nuestros celulares y demás. La música tiene una forma más sencilla de llegar a las personas, pues no requiere de nuestra completa atención para disfrutarla. Eso hace que haya música de todo tipo y para todos los gustos; gracias a su practicidad, la producción y la industria musical se encarga de colmar todos los mercados posibles. Es por eso que la mayoría de personas pueden identificar rápidamente sus géneros y artistas favoritos y, si lo desean, empezar a explorar más.
Creo que a todos quienes sentimos ese deseo por explorar nos ha pasado que, si bien empezamos con un tipo de preferencias, la misma exploración termina por modificarlas y abrir nuestros horizontes. A mis quince años escuchando Rock popeado de Los hombres G y Enanitos Verdes nunca me imaginé que a mis veintiséis terminaría deleitándome con Jazz e incluso con música clásica; para lo cual tuvo que pasar mucho tiempo y tuve que escuchar y aprender a disfrutar diversos tipos de música.
Sucede que todo es parte de un proceso y ese proceso depende de cada quién, de sus intereses y preferencias. Pude quedarme tan solo con libros de ciencia ficción, pero un impulso interno me llevó más allá. Así les pasará a muchos, y muchos otros se quedarán con lo primero que vieron y nunca saldrán de eso; es su decisión y debe respetarse. Pero literatura, expresiones artísticas, divertimento, hay para todos, y solo basta con entregarles a las personas los productos adecuados, diversos, que les permitan tomarlos como las herramientas que son, para hacer con su vida lo que deseen.
¿Cómo fomentar la lectura? Pues dándole a los chicos literatura que pueda gustarles, algo que vaya con ellos, que los motive. Si les gustan las historias medievales, pues hay para ellos, si les gusta la magia y la hechicería, también hay, romances, tragedias, guerras, fantasmas, aventuras en el espacio, hay para todos y depende de los padres y los educadores detectar esas preferencias, comprenderlas y cultivarlas; para así, forjar el hábito de leer.