Carlos de la Torre Paredes
De artes tomar Carlos de la Torre Paredes
Reseña: Los Viejos Salvajes y Campos de Batalla de Carlos de la Torre Paredes – Tanya Tynjala
(Publicado en Amazing Stories el 26 de marzo de 2015).
Los Viejos Salvajes
Peithos Editores
ISBN: 978-612-46264-2-5
Lima, 2012
Campos de Batalla
Ediciones Altazor
ISBN: 978-612-4215-08-7
Lima, 2013
El joven escritor Carlos de la Torre Paredes empieza con buen pié en la literatura peruana. Su novela de ciencia ficción “Los Viejos Salvajes”, quedó segunda mención honrosa en el IV Premio Cámara Peruana del Libro de Novela Breve en 2012. Cabe mencionar que al mismo tiempo nos abre puertas a otros escritores de ciencia ficción, al ser éste un premio de literatura “mainstream”.
Esta novela corta se podría catalogar dentro del sub género de la Space Opera, por sus verosímiles descripciones de naves espaciales y batallas galácticas. Los personajes están bien construidos, sin demasiadas descripciones evidentes, sino más bien con situaciones que nos muestran sus personalidades mediante actos. Por otro lado no son personajes unidimensionales, sino que tienen sus cualidades y defectos, como todo ser humano normal. La narración fluye naturalmente tanto así que yo, que siempre me paso de largo descripciones de naves y enfrentamientos, no tuve la necesidad de hacerlo en este caso (sí, crucifíquenme si quieren, puristas del género: no pienso aguantarme descripciones de naves que ni siquiera existen en la realidad, simplemente me aburro). Si bien algunas veces las descripciones detallistas resultan pesadas, sin embargo funcionan dentro del relato, porque al estar en un lugar cerrado (la nave espacial) esos detalles nos hacen entrar en ese ambiente monótono e impersonal que debe resultar una nave de esa naturaleza, en donde “no hay nada más que hacer”.
Como referentes de esta novela se pueden nombrar Solaris de Stanislaw Lem o Alguien Mora en el Viento, del chileno Hugo Correa. En efecto al igual que en las novelas nombradas los personajes de los Viejos Salvajes se enfrentan con una entidad que les hace toma conciencia de sus limitaciones antropomórficas y que lleva al lector a cuestionarse el significado de la naturaleza humana, de la solidaridad, de la fidelidad de las relaciones y más profundos sentimientos del hombre. Pero si en Solaris la “entidad” enfrenta a los personajes con sus culpas y en “Alguien Mora en el Viento” le hace entender su absurda soberbia, en la obra de Carlos de la Torre Paredes, esta entidad toma la forma de los más oscuros sentimientos del alma humana para así llevarla a su propia aniquilación.
Un solo detalle me ha perturbado la placentera lectura de esta novela y es el uso de notas a pié de página para “explicar”, sobre todo de qué tipo de nave se está hablando. Me parece completamente innecesario especialmente cuando la nota repite lo ya dicho en el relato, como en el ejemplo siguiente:
“El piloto empieza a escapar rogando que ningún misil lo alcance, menos un MJ-1 (11), pues apagaría su motor […]”
La nota a pié de página dice: (11) Misil diseñado para interrumpir temporalmente el funcionamiento de los motores.
¿Ven a lo que me refiero? La razón tras el uso (o abuso) de las notas a píe de página se aclara en el capítulo VII (pág. 139), cuando el narrador habla de un topo y la nota explica que se trata de un: “pequeño roedor terrícola que, según los libros de historia natural, vivía bajo tierra y padecía de ceguera ante la luz”. Es en ese momento que entendemos que no estamos ante un libro que nos presenta un futuro desconocido, sino que ha sido escrito PARA, los lectores de ese futuro y por lo tanto ellos necesitan esas notas que les explican una realidad que ya no existe. Sin embargo esta nota llega muy tarde y yo ya me convencí de que el autor cree que soy tan tonta que no voy a entender la maquinaria que describe. Pero este juego de escribir un libro no pensando en nuestro presente como lectores objetivos sino en unos lectores que forman parte del mundo posible descrito en la obra, me gusta. Solo hubiese querido que una nota como la del topo hubiera llegado más temprano en la narración, para poder disfrutar del detalle desde el principio.
Otro detalle más que negativo, pero esto no es error del autor, es el comentario de la contratapa, realizada por el gran escritor, sobre todo de literatura infantil, Oscar Colchado Lucio. Dice la nota: “Hay un gran conocimiento de las interioridades de las naves espaciales y de su desplazamiento en el cosmos”. ¿En serio? En ese caso nos encontramos ante un vidente, pues dichas “naves espaciales” no existen en nuestra realidad. Una cosa es que el mundo posible esté verosímilmente construido y otra cosa es que sea acorde con la realidad. Esa es una regla básica de la literatura y se aplica mucho más a la vertiente fantástica y sus sub géneros.
Pienso que es importante que los libros del género sean reseñados, prologados, etc. por gente que sepa del mismo. No sé de quién fue la idea de pedirle una comentario a Oscar Colchado, pero vemos el resultado de escribir sobre lo que no se sabe.
“Campos de Batalla” no es una novela de ciencia ficción, sino más bien de fantasía. En ella también nos encontramos con una entidad que en este caso se alimenta de la guerra, del sufrimiento humano y nuevamente el personaje principal se enfrenta a sus más profundos sentimientos, que la obligaron una vez y la siguen obligando a tomar dolorosas decisiones.
Esta corta novela tiene una estructura de cajas chinas y por lo tanto dos narradores, lo que no impide que sea fluida y de fácil lectura. Ni el misterioso “Nadie” del principio del relato, ni la historia narrada por el hijo que regresa nos revelan el sorprendente final. Y es que Carlos de la Torre Paredes es sin lugar a dudas un narrador magistral. Esta novela al igual que la anteriro, nos ofrece múltiples lecturas, la primera simplemente como diversión, la segunda más profunda nos hace cuestionarnos el significado de la humanidad, de la amistad, de la lealtad, es decir de nuestros sentimientos.
En conclusión dos novelas cortas que recomiendo y un autor al que no hay que perder de vista.
Reseña – Herederos del cosmos: Los viejos salvajes – Elton Honores
Carlos de la Torres Paredes. Herederos del cosmos – Los viejos salvajes. Lima: La nave, 2015. 154 pp.
Los viejos salvajes de Carlos de la torre irrumpe en el panorama local en el año 2012 al ser finalista del IV Premio de la CPL. Su presencia resultó insólita teniendo en cuenta que la corriente principal o “mainstream” nunca estuvo interesada en la CF, menos aún la narrativa de aventuras. Las aventuras o bien se instalaron en el medio local a través de las historietas y comics en los años 50 o bien surgió desde una narrativa épica ligada a las reivindicaciones de los movimientos campesinos (casi siempre condenadas al fracaso), pero no desde códigos de la CF o de lo fantástico. Excepciones son los casos de José Estremadoyro en Glasskán o José Adolph en la magistralMañana, las ratas. Lo que hoy acontece es, sin duda, un fenómeno generacional y a la vez global. Una generación de escritores que influenciados por el mundo del cine, los juegos de rol y videojuegos, producen sus ficciones desde estos paradigmas. Esto nos lleva a reflexionar sobre una cuestión previa: el carácter de la literatura como entretenimiento. Para muchos, la literatura no debe entretener, es una función menor, secundaria de la literatura como arte, pues hace de aquella algo evasivo. Pero nada se construye ex nihilo, es decir, nada se crea de la nada, menos aún en literatura.
Es difícil saber cuál será el futuro de un escritor novel, con una opera prima, aunque el autor ha publicado ya dos textos más que forman otra saga: Campos de batalla (2013) y Cuando la sangre importa (2015). Sin embargo, Los viejos salvajes obtuvo críticas positivas. Por ejemplo. Benjamín Roman (2013) sostiene que es una novela de “[…] ciencia ficción-terror-aventura […] [con personajes] Humanos con reacciones psicológicas extremas, posesos cuyas mentes no diferencian su realidad con la realidad, canibalismo, parafilias. Implacables ataques organizados de una especie alienígena contra los humanos”. El gurú de la CF peruana, el faraón Daniel Salvo (2013), sostiene que en la novela “[…] la humanidad galáctica ya no está integrada solamente por descendientes de anglosajones, sino por representantes de un mundo que en realidad es más diverso de lo que se pensaba. Tanto es así, que no existe una sola entidad política que represente a los humanos, sino varias, una de ellas, descendiente de nuestra propia cultura latina. Y es justamente este eterno intercambio/choque entre culturas el origen de varias de las subtramas del libro, Parece que los seres humanos siempre nos estaremos enfrentando a los peligros de lo desconocido, y también, entre nosotros mismos”.
Igualmente, Tanya Tynjälä (2015), establece relaciones con dos clásicos de la CF: “Solaris de Stanislaw Lem o Alguien Mora en el Viento, del chileno Hugo Correa. En efecto al igual que en las novelas nombradas los personajes de los Viejos Salvajes se enfrentan con una entidad que les hace toma conciencia de sus limitaciones antropomórficas y que lleva al lector a cuestionarse el significado de la naturaleza humana, de la solidaridad, de la fidelidad de las relaciones y más profundos sentimientos del hombre. Pero si en Solaris la “entidad” enfrenta a los personajes con sus culpas y en “Alguien Mora en el Viento” le hace entender su absurda soberbia, en la obra de Carlos de la Torre Paredes, esta entidad toma la forma de los más oscuros sentimientos del alma humana para así llevarla a su propia aniquilación”.
Hasta aquí observamos que la recepción de la novela es básicamente producida por narradores. No existe aún un aparato crítico permanente que procese esta variada producción que cada año aumenta. A lo ya dicho en una reseña anterior (ver blog “Iluminaciones”) solo agregaré un par de reflexiones que surgen de esta nueva lectura, al modo de glosa: hay un futuro implícito en la novela. En ese futuro todavía pervive el conflicto entre la civilización y la barbarie. Ser civilizado significa estar dentro del sistema, estar integrado al orden; mientras que lo bárbaro supone vivir fuera del sistema, al margen, en la anarquía. Evidentemente los personajes, los “viejos salvajes” viven des-integrados al sistema. Solo viven para la aventura militar-violenta. Las únicas fantasías que aparecen como flashes son las de dejar esa vida para formar una familia con alguna mujer latina. Y aquí encontramos un problema: la mujer. Las mujeres no aparecen en la novela ¿pero, tendrían que hacerlo? Desde el presente extratextual, esos cambios (mayor participación de la mujer en las esferas de lo público) son necesarios. Pero en este futuro, estas demandas se suspenden (no hay lucha de clases, ni racismo). La realidad se uniformiza, se homologa. Todos están conectados en una globalidad, que mantiene la tradición. Cuando es mencionada la mujer o es un objeto sexual, o debe cumplir la función de madre o incluso es objeto alimenticio por un rito caníbal (algo muy real y que algunas personas todavía piensan así, por ejemplo, los golpeadores que adornan los programas de tv. de entretenimiento local). El narrador no ha inventado nada. Lo fundamental en las narrativas populares es que recoge un imaginario vigente. Pero el lector discute ese mismo imaginario. La conclusión es que desde el punto de vista tradicional, la aventura está ligada al universo masculino, en ella no intervienen las mujeres o en su defecto, acompañan al héroe, son objetos de deseo, pero no sujetos que buscan.
A nivel formal la novela se construye sobre la base de la estética del videojuego, con sus victorias que se van acumulando y contando, como puntos o créditos para seguir subsistiendo, y los seres monstruosos alteridad-oponente a los que hay que vencer. La vida es entendida como un videojuego en el que hay que matar para sobrevivir. Y a nivel ideológico, hay una añoranza en estos “viejos salvajes” que puede sintetizarse en la frase: “todo tiempo pasado fue mejor”. Entonces, ¿podemos afirmar que la novela es más conservadora y menos subversiva? Sí. ¿Eso la hace mejor o peor que otras narrativas? Eso depende de para quién. Son distintos los intereses tanto del lector ideal promedio como de la minoría selecta que escribe la historia del género.
El futuro que se representa en la novela es entonces engañoso, pues se suspenden las contradicciones del presente o se mantienen solo algunas de sus claves: el imperio y la colonialidad, el control de los cuerpos, el castigo a los que transgreden el orden de cosas. Los viejos salvajes es una opera spacial que cumple su función de entretener al lector, llevarlo no tanto a un futuro sino a un escenario-espacio cerrado, a una nave perdida en el cosmos. Como aventura cumple con las expectativas del género, pero deja también en suspenso un final. Se anuncia una saga, una continuación, una serie, un universo, un mundo posible. Su complejidad dependerá de lo que el narrador desee mostrar-representar, jamás del lector, menos aún del crítico.
La principal virtud del autor es la facilidad para contarnos una historia. Coincidimos con Óscar Cochado (2012) cuando sostiene que: “Los viejos salvajes es un buen relato de ciencia ficción. El interés se mantiene en todo momento. Hay un gran conocimiento de las interioridades de las naves espaciales y de su desplazamiento en el cosmos. La prosa, muy bien manejada, da como resultado una narración fluida, de fácil lectura”. La novela cumple así con los requisitos del relato de aventuras de CF y de la literatura de entretenimiento. La excelente edición de Los viejos salvajes se complementa con las soberbias ilustraciones de Jhosep Abarca Gómez y Carlos Yáñez Gil que recogen algunas secuencias de la trama.
Elton Honores
Universidad Nacional Mayor de San Marcos
Publicado por Elton Honores en el blog Iluminaciones el viernes, 24 de julio de 2015
Bye bye dinosaurios
(Artículo publicado en el diario digital Yo me llamo Perú en su sección May Neim Presenta. Enero 2015).
La adaptación, la asimilación, son actos naturales al hombre. No hay territorio demasiado hostil ni camino demasiado largo. Durante su historia, el ser humano ha hecho y deshecho, ha llegado a lugares que ni siquiera sabía que existía, ha domado a las fieras más salvajes y ha soportado calamidades, una tras otra, siempre saliendo airoso. Somos una especie realmente interesante, más que eso, fantástica, capaz de cualquier cosa – todo en su momento –, y todo cuanto sale de nosotros no es más que un reflejo, una afirmación irrefutable de nosotros, como individuos, como especie.
Por lo mismo, se puede asumir que la cultura producida por los humanos, al ser reflejo nuestro, posee todas las características que nos configuran y nos hacen moldeables. Si uno tiene buen oído, buen ojo, y algo de olfato, se dará cuenta que la cultura es una montaña rusa sin fin ni rumbo fijo. Puede pasar cualquier cosa, la cultura se adaptará como el hombre se adapta, pues la cultura nos pertenece a todos.
Sin embargo, nuestra sociedad académica es demasiado conservadora con respecto a temas artístico-culturales… y no hablo de que debamos aplaudir inodoros pegados a paredes blancas, ni nada por el estilo. Nuestros intelectuales permanecen reticentes a la adaptación que les exige el mundo. Pasa en todo, desde la literatura hasta la música. Los dinosaurios pelean por la vida en tiempos de hombres; perderán al fin y al cabo, y aparecerán nuevos dinosaurios, espero que no me toque… Y habrán nuevos hombres, y con ellos nueva cultura, que se impondrá, por las buenas, lentamente, esperando tomar el lugar que les corresponde en el ciclo.
¿Todo parece funcionar perfecto, cierto? Y en parte, sí, funciona, pero no como debería. La realidad es que los espacios culturales están realmente reducidos y son los artistas mismos, quienes por insistencia, logran posicionar sus productos artísticos – consecuencia de toda la carga cultural que los hace quienes son –. Retroalimentación que no consigue espacios para mostrarse y llegar a toda la cantidad de personas que también merecen tener acceso a ella, participar de la cultura, para disfrutar y aprender de su diversidad. Es un tema generacional, pero no en el sentido de las canas o no canas, es simplemente un juego de poder en el espacio tiempo histórico entre la tradición fija y la tradición maleable, que es la que al fin prevalecerá.
Si no se adapta… muere, y es por eso que la cultura se ha reformado tanto y se reformará siempre; como bien lo dijo Arguedas refiriéndose a la adaptación de las tradiciones andinas – lo que ha permitido que aún hoy sigan vigentes muchos de sus elementos –. Y es lo que sucede, pero muchos no quieren verlo… Hace poco, una gran cantante me comentaba que le daba lástima que en el conservatorio de música no se tomara en cuenta lo popular.
Mozart, Beethoven, Chopin, Wagner… Sí, muy buenos, pero no va con todos… Y cuando un músico peruano tiene que salir a ganarse la vida, o peor aún, cuando salen al extranjero… ¿qué le piden que toque? Lo mismo pasa en la literatura, e imagino que en la pintura. Los viejos estándares buscan mantenerse… el problema es que nuestros viejos estándares no responden a nuestra realidad en ninguna medida; no estamos en Viena ni somos un país dentro de los veinte primeros en el ranking del PBI, nuestro consumo cultural es pobre y… ¿Cuántos escuchamos Mozart?… ¿Qué tan desarrollado tiene que estar nuestro oído para poder disfrutar de la música clásica?
Yo creo que bastante.
Y no se trata de buscar melodías repetitivas e inventadas en algún laboratorio que estimulan directamente nuestros cerebros, no se trata de plantillas con lo que debería ser la literatura, ni moldes para los escultores. Se trata de adaptar la calidad a las exigencias de la época, es decir, acomodar un buen producto a la tendencia del mercado. Claro, esto ya pasa, pero con una gran resistencia del sector académico, complicando el posicionamiento de los nuevos productos.
Pero no es solo el sector académico el conservador en temas culturales, somos todos y se nota claramente con nuestra música “criolla”; ¿o es que no te has dado cuenta que cuando un fina estampa o un malpaso o cualquier otra canción que conocemos desde pequeños suena demasiado distinta a como estamos acostumbrados, se nos complica escucharla, no porque suene mal, sino porque no es como siempre?… Algo así como la sazón de mamá, si no es de ella, no sabe tan bien pese a que esté bien.
Se nos dificulta mucho aceptar lo innovador, lo distinto, simplemente porque no tenemos costumbre de hacerlo. Esto no permite un verdadero análisis y desarrollo de las tendencias que terminarán por quedar y representarnos como generación. Además, obliga a los artistas a dedicarse no tan solo a su trabajo artístico propiamente dicho, sino también a buscar espacios de difusión, que pese a ser alternativos, por suerte, están consiguiendo posicionarse gracias a la democratización comunicacional que nos ha traído el internet.
Lamentablemente la realidad de nuestro país obliga a la mayoría de artistas a volverse sus propios agentes, y si bien algunos, más hábiles que otros para vender su producto, logran vivir de su arte, la verdad es que la mayoría no puede hacerlo, convirtiendo el arte en un simple accesorio de sus vidas.
¿Cómo producir arte, difundir cultura, si no se puede vivir haciendo eso, si solo se puede dedicar a ello como un hobby? De forma limitada, por supuesto. Y más importante aún, ¿cómo fomentar que la población consuma cultura, si sus referentes más cercanos, los artistas que hablan más como ellos, no pueden hacer llegar su mensaje simplemente porque el medio más visible en lo cultural – el intelectual-académico – no está dispuesto a darle espacios? Sucede que los dinosaurios siempre ven al hombre como algo pequeño… no saben que después de todo, esos pequeños quedarán.
Siento, luego creo
(Publicado en el Diario digital Yo me llamo Perú, en la sección May Neim Presenta, el 07 de diciembre de 2014).
El proceso creativo es un tema recurrente para quienes nos dedicamos a la producción artística-cultural. No solo porque es bastante común que nos preguntan por éste, sino que además, nos gusta conversar de él entre colegas y compartir experiencias sobre cómo es que se nos ocurrió tal o cual cosa, o por qué decidimos esto o aquello.
Hace poco, un amigo me recordaba que todo lo relacionado a la creación artística se basa en la percepción, en nuestras sensaciones. Son éstas las que hablan por nosotros siempre que decidimos crear algo. Y es inevitable, pues la creación es, en sí misma, un medio de expresión canalizado por nuestra propia subjetividad. Todo se basa en lo que vemos, escuchamos, disfrutamos, detestamos, tocamos, sentimos a nivel emotivo… lo que fuere. Todo se combina para dar un resultado potenciado por nuestra capacidad de imaginar y las diferentes técnicas y habilidades que poseemos.
Estoy seguro que de haber sido hábil para la música o la pintura o alguna otra forma de expresión artística, la creación literaria hubiese tardado mucho más o simplemente nunca hubiese formado parte de mi trabajo. Necesitaba un medio de expresión y utilicé el que más se me adecuaba por distintas razones, que incluyen una terrible falta de ritmo para la música – intenté más de una vez tocar un instrumento –, un pésimo pulso como para la pintura, falta de recursos para realizar cine, entre otros.
Y es que quien realmente necesita expresarse encuentra la forma de hacerlo. Incluso las decisiones que se toman en el camino, como los estilos y los géneros a desarrollar, tienen que ver con esa necesidad de expresión. Cuando me preguntan por qué me he dedicado principalmente a la literatura fantástica y de ciencia ficción, mi respuesta, luego de haberlo meditado mucho, es que esos géneros – más allá de ser muy cercanos a mi generación gracias al cine, las caricaturas y los videojuegos – me han permitido expresar lo que deseo; simplemente se adaptaron mejor a lo que quise decir en ese momento.
Todo lo que genera algo en nosotros, todo lo que sentimos, es importante para la creación. Para mí, el cine, la música, los videojuegos, además claro de la literatura, fueron y son determinantes para mi trabajo; estoy convencido que sucede algo muy parecido con todos, o por lo menos casi todos, quienes se dedican a las distintos tipos de creación artística.
Además, hoy, más que nunca, las influencias se asimilan con mucha más facilidad, el fenómeno de las nuevas tecnologías, sumado a la sociedad neoliberal y la bonanza económica que fortalece a la burguesía emergente, permiten una apertura mucho más amplia en lo que respecta a enfoques y perspectivas. El arte en nuestro país ahora depende más del artista y del mercado; la rigidez de antaño – vinculada a visiones políticas sobre la función del arte y la cultura – se ha perdido, generando un brote, todavía pequeño, de productores y consumidores culturales.
Las condiciones están dadas. Estamos en un tiempo en que la cultura forma parte del mercado y eso permite a los artistas vivir de su trabajo; claro, todo depende del producto y las herramientas de marketing que lo acompañen. Ya no resulta descabellado dedicarse al arte como oficio ni pensar en la cultura como parte de una industria capaz de ganarse espacios propios y con tendencia a diversificarse en busca de nuevos consumidores, al igual que cualquier otra industria. Nos encontramos en un momento de gran libertad para la creación artística. Una libertad que diversifica y, que por lo mismo, es capaz de llegar a distintos tipos de preferencias.
Ahora, la meta consiste en fortalecer y consolidar esa industria cultural emergente que está apareciendo en nuestro país, pues, solo ésta, permitirá tener productos artístico-culturales capaces de posicionarse en los distintos mercados y de generar propios, alcanzando cada vez a más y más personas, democratizando, siquiera un poco, nuestro espacio cultural.